miércoles, 4 de marzo de 2015

Don Quijote de la Mancha

Para ver el tema:





 para saber y leer el Quijote

Para ver algunos capítulos

Capítulo I

Capítulo III

Para ver todos los capítulos

Este curso, para celebrar el 4º Centenario de la muerte de su autor, vamos a leer algunos capítulos de "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha", de Miguel de Cervantes Saavedra.



LECTURA DE LOS SIGUIENTES CAPÍTULOS





Se ha dicho que don Quijote constituía una sátira encubierta del heroísmo que condujo a los españoles a realizar grandes hazañas en el siglo XVI; constituiría así el testimonio de la "decadencia nacional". ¿Puede mantenerse o debe ser rechazada esta opinión?


El prólogo. ¿Dónde escribió Cervantes el Quijote? ¿Se ampara en ello para captar la benevolencia del lector ante sus posibles defectos? Cervantes se burla de los autores que publicaban sus libros precedidos de elogios; ¿por qué? [Hoy sabe­mos, sin embargo, que no halló escritores de renombre que quisieran escribir tales elogios.] Finalidad de la novela. Consejos que le da su amigo para que la obra sea agradable.







Obra original
1ª PARTE

    • Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha
    • Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote
    • Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero
  • Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación
  • Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo vizcaíno y el valiente manchego tuvieron
  • De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él imaginaba ser castillo
  • Donde se cuentan las razones que pasó Sancho Panza con su señor don Quijote, con otras aventuras dignas de ser contadas
  • De la jamás vista ni oída aventura que con más poco peligro fue acabada de famoso caballero en el mundo, como la que acabó el valeroso don Quijote de la Mancha
  • De la libertad que dio don Quijote a muchos desdichados que, mal de su grado, los llevaban donde no quisieran ir

  • Que trata de las extrañas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de la Mancha, y de la imitación que hizo de la penitencia de Beltenebros


2ª PARTE

  • Donde se cuenta la industria que Sancho tuvo para encantar a la señora Dulcinea, y de otros sucesos tan ridículos como verdaderos
  • De la venida de Clavileño, con el fin desta dilatada aventura
  • Cómo Sancho Panza fue llevado al gobierno, y de la extraña aventura que en el castillo sucedió a don Quijote

Una vez leído el episodio, haz un resumen recogiendo los datos fundamentales que luego tendrás que convertir en noticia. Para facilitarte el trabajo te proponemos esta plantilla en la que aparecen todos las preguntas a las que debe responder una noticia.

domingo, 1 de marzo de 2015

Nuevas aventuras de Lázaro y el Ciego

En esta entrada, vamos a recoger los proyectos finales de la webquest sobre Lázaro de Tormes, donde los alumnos tenían que inventarse y escribir una nueva 'hazaña' de Lázaro y el ciego.


Nueva aventura de Lázaro de Tormes y el ciego





“Pues sepa Vuestra Merced, que molido a palos me tenía el ciego, mi amo, día sí y día también y yo rezaba a Dios y al Diablo que me llevaran pronto, el que más me quisiera tener, pues no aguantaba mas.
Quiso la fortuna que pasáramos cerca de una hechicera y que el ciego y yo nos posáramos muy cerca de ella para cantar nuestras buenaventuras y recitar las mil oraciones que a tantas gentes atraían.
Aproveché yo la ocasión y conseguí burlar unas hierbas milagrosas que causaban profundo sueño según rezaba la bruja hechicera.
Así, pasé la noche rumiando las migajas de pan y reuniendo el valor para mezclar las hierbas con el vino y dárselas a mi amo para que profundamente durmiera y yo poder descansar de mi infierno, de mi desgracia y del hambre que me mataba. Solo soñaba con que mi suerte cambiara.
Amaneció y yo seguía queriendo mal al ciego, no podía borrar sus calabazadas y jarrazos y después de llenar todo el fardel y desplegar todas sus mañas a la puerta de la Iglesia de San Martín, me repartió las sobras mientras él se procuraba toda clase de manjares.

Iglesia de San Martín
Yo finaba de hambre mientras nos llegábamos a la posada y en el instante que pasamos por la Casa de las Muertes decidí que mi encuentro con Dios o con el Diablo era inevitable y sin pensarlo en una parada que mi amo necesitó para beber vino logré echarle un buen puñado de malas hierbas.

Casa de las Muertes

Aunque este ciego era el más astuto y  sagaz de los ciegos, la gran comilona le había menguado y felizmente el veneno empezaba a recorrer sus tripas por lo que nos arrastramos hasta la posada como pudimos, a trompicones.
No pude dormir soñando que mi final estaba cerca. Mi amo despertó con la boca y los ojos torcidos. Con toda la malicia que pude  le guié por la Iglesia de Santiago, pronosticándole que el mal que había cogido se lo sacaría una sanadora que yo había visto  porque ya había curado a muchos iguales.
A cada paso maldecía, me golpeaba y hasta que no pude aguantar y  le guié hasta un agujero profundo de un antiguo pozo donde sin remedio cayó en él.

Yo vi el cielo y el infierno abiertos a la vez. El ciego clamaba de dolor y me maldecía deseándome todas las desdichas que se pudieran imaginar.


Yo puse los pies en trote y no paré hasta alcanzar, sin aliento alguno, la siguiente villa y sin pensamiento alguno sobre la suerte del que ya no era mi amo”.
Iker A.


DE CÓMO CONSTANZA DESCUBRIÓ NUESTROS ENGAÑOS REZADEROS


[Andábamos por calles hacia el Mesón de la Merced llamado, que encontrábase cabe la iglesia de San Marcos y la de la Magdalena, desde la que llegábame el olor mil veces maldito de las caballerizas, que trajome al truhán de Zaide a las entendederas y a mi madre tratando de desfacer entuertos en las posesiones del comendador de la Iglesia de la Magdalena. Desde aqueste lugar, se llegaba a la Puerta de Zamora por la mesma calle de Zamora, y desta que la fatiga refrenóme los pies.]
LÁZARO: ¿Amo, a dónde marchamos con paso tan presto?
CIEGO: No tanto preguntar, Lázaro, y más caminar. Que ya sé que lo que deseas es yantar, pero antes, ¡a ganarse el pan!
LÁZARO: ¿A la iglesia a rezar me lleváis? Aquí las gentes son pobres, y los bolsillos tristes: no pagarán por lo que ayer oyeron.
CIEGO: Lázaro, lección sabia es la de no dudar de mi ingenio, pues dos pasos te aventajo siempre. Vamos hoy a ganarnos unas blancas con un negocio que de seguro nos dará para llenar la bota de buen vino. Pero ten cuidados mil, pues tienes que me seguir en todo lo que afirme. Desde ahora, tienes grandes conocimientos de santos y milagros mil, ¿explicado me he?
LÁZARO: Claro como luz de agosto. Pero, si me quedo sin palabras pías, ¿qué deberé facer?
CIEGO: ¡Vaya un destrón! ¿Tú tratas de ser mozo de ciego? ¡Pues piensa en algo más que en el yantar, el regoldar y el roncar! Tú te santiguas y te encomiendas a San Ramón Nonato o a San Gerardo de Mayela, patrones de las encintas. Pero ante la duda mejor callar, que deste negocio sacaremos buen provecho.
[Dio el ciego tres golpes al recio portón del Mesón de la Merced y salió una mesonera de aspecto adusto, porte descuidado y ojos inquisidores, con voluminoso vientre de dar a luz en breves].
CONSTANZA: Aquí la moneda al que aporta, así que a pedir limosnas a otro portal, ciego.
CIEGO: Mi buena mujer, yo no pido, más yo le ofrezco a cambio de unos pocos dineros saber si su criaturilla será varón o hembra. Yo rezo a mil santos y muy devotamente, y ellos me indican cómo obrarán los milagros de la vida en vos. Es de madre impía el negarle a su hijo que se le rece propiamente, y eso muchos males le traerá a su tesoro del vientre portado.
CONSTANZA: Bueno, vale, pero si me satisface lo que vos digáis más dineros os daré que si no me complace. Pasad y rezad vuestras plegarias. Pero, ¡avisado sois!, si el engaño se presenta por desta casa en vuestros labios, temedme a mí y a mi buen marido, hombre fuerte y honrado, cristiano viejo donde los haya.
CIEGO: Tranquila, buena mujer, que yo también tengo honra y buen saber facer mis tareas. Denos dos vasos de vino y unos minutos para rezar.
[Sentóme yo frente a la recia mujer durante largo rato, mientras mi amo rezaba con su acostumbrada solemnidad. Luego, él levantóse serio y firme].
CIEGO: Díjome San Gerardo de Mayela que nacerá una bella hembrita. Ahora se le deberá rezar dos rosarios al anochecer y tres cuando el sol despunte. Yo rezaré por vos a cambio de que me rellenéis la bota de vino y un par de monedas para mi escuálido morral.
CONSTANZA: ¿Hembra decís? ¡Ay que desgracia la mía! ¿Habré ofendido yo en algún menester a los santos, que tres veces me preñé y las tres mozas resultaron? Desgracia la mía, ¡desgracia!
CIEGO: ¿Le rezó a la salud y la prosperidad?
CONSTANZA: ¡Ea!, marchad, marchad ya. Coged la bota de vino más próxima al techo y abandonad mi mesón, que ni a vos ni al mozo veros más quiero. Yo soy mujer de mucho trabajar y mucho rezar, y a mí Dios me viene a castigar.
[Mi amo y yo abandonamos el mesón con paso presto y buscamos otro donde gastar la última media blanca que nos restaba: caldo y pan para él, pan solo para mí. Mi amo no iba rezongando y maldiciendo, como cabía esperar, sino feliz y ufano. Al terminar de yantar, vínome a hablar].
CIEGO: Mozo, ahora te quiero bien atento. Irás al mesón y le dirás a la mujer que me apenó tanto su castigo que le recé y le recé y no paré de le rezar. Tanto así, que San Ramón Nonato vínome a decir que, si tanto deseo la llenaba, varón habría de nacer. Pero, cuidado, que hembra astuta y curtida es la que tratamos. No pidas menos de dos blancas y media, porque muy contenta se hallará. Si se niega, dile que lo que se face se puede desfacer, y que yo ciego soy curtido en mil batallas con los santos rezaderos a mi favor. No le fíes ni media blanca, que ella pagará de buen seguro.
[Marchóme corriendo, y otra vez al portón del Mesón de la Merced llamé].
CONSTANZA: ¿Qué quieres agora, mozuelo? ¿Te mandó el descarado de tu  amo de nuevo a qué? ¿Te dijo que me dijeses que mi pago no fue suficiente? ¡Márchate con viento fresco si es de ese modo!
LÁZARO: Disculpadme, buena señora, pero ese no es el motivo de mi visita. Mi buen amo me contó que estaba equivocado, que tras rezar y rezar sin descanso, San Ramón Nonato vínole a decir que varón será vuestro retoño. Por favor, rogamos su plácido perdón, pues la culpa nos llena al saber que pudimos causarle alguna tristeza.
CONSTANZA: ¡Por San Pedro y San Juan! ¡Albricias! ¡Qué fortuna la mía! ¡Qué felicidad nos dará a mi respetado marido y a mí el nacimiento de un hombrecito al fin en esta castigada casa! No te preocupes, mozo, ve a tu amo y dale las gracias por tan hermoso regalo, que apuesto a que fueron sus oraciones las mejor rezadas de toda Salamanca y hasta el Papa habría de lo reconocer. Y yo muy gustosa le daré tres blancas por tal noticia. ¡Ojalá todos los entuertos y sinsabores que alguien cometiere fueran como este! ¡Qué fortuna la mía!
LÁZARO: Pero atended, mujer, que no solo para decir esta nueva me enviaba mi amo. Que Gerardo de Mayela, santo rezadero para mujeres que sanos los hijos quieren, no extiende su brazo divino hasta Salamanca, desde una impiedad cometida por un rico, avaro y pérfido bellaco, que hizo pesar una maldición sobre la ciudad.
CONSTANZA: ¿Qué decís, pequeño pecador? ¿Es cierta toda esta historia de maldiciones y santos ofendidos?
LÁZARO: Bien cierto es, mi señora, y de certeza que me acongojo, pues es de esto la culpa de que en Salamanca nada proteja a los pobres no nacidos de la maldad y la enfermedad. Aquí con rezarle a San Gerardo no basta para evitar un niño tullido, puesto que San Gerardo castiga a las gentes de Salamanca por la falta de piedad de aquel mal hombre. Las gentes lo han olvidado, y se preguntan la razón de sus infortunios. Pero mi amo y yo tenemos el secreto para garantizar salud a su criatura.
CONSTANZA: ¿Y cuál es ese, si puede ser contado?
LÁZARO: Es un ritual que requiere de un rezador experto como mi amo. Se ponen varias velas, se aguanta un día de ayuno y se reza hasta bien entrada la noche. No es la primera vez que mi amo face de esos menesteres, mi señora, y bien a gusto lo haría por vos.
CONSTANZA: Todo eso suena trabajoso, buen mozo. ¿Cuánto pide tu amo por tanto rezar?
LÁZARO: Nada, nada, tan solo tres blancas y media…, lo más razonable por tanto cuidado que él ha de tener por vos. Sabed lo honrados que nos haría que tuvierais a bien el confiar en mi amo para asegurar la buena ventura de vuestro hijo.
CONSTANZA: Tenlo por buen seguro, mozo. Toma los dineros que requieres.
[Despedióme Constanza, y yo, sin creer del todo mi buena fortuna y mi destreza en el mentir, celebré el triunfo recorriendo la ciudad que tan pronto me vería marchar, mientras de agua mi boca se llenaba tan solo de pensar en los manjares que por tal engaño podría yantar. Pensaba yo darle al ciego las blancas recogidas por el engaño del hijo varón, y quedarme para mí las mías del falso rezo contra tullidos.
 Cuando el sol ya se encaminaba hacia el horizonte, caminé hacia el hostal, donde encontré tan mala estampa como la del ciego hablando acalorado con Constanza: entendí enseguida que mi engaño había durado tan poco como mi dicha].
CIEGO: Mi buena mujer, es cosa del mozo, que los pies tiene en las nubes, y es astuto y ladino como solo lo son los pequeños diablos. Sosiéguese. Yo lo meteré en vereda, lo aseguro.
CONSTANZA: Yo no me creo nada de malandrines y pícaros como vosotros. Me devolveréis todo mi dinero por las buenas o llamaré a mi marido para que la ceguera se te junte con el cojeo y vuestro mozo bien muerto acabe. ¿Pensabais que era alguna mozuela corta de entendederas y atolondrada que cree a pies juntillas en cuentos de viejas? ¡Cuán errados estáis!
[En esto que me vieron llegar y no alcancé a huir. Al sentirme cerca, mi amo acertó a golpearme con su vara]
CIEGO: ¡Lázaro, ven y dale todos sus dineros a esta buena mujer, a la que nunca deseamos de importunar!
[Con todo mi pesar por la pérdida de mi capital, y la paliza que estaría por venir, vacié mi bolsillo. Constanza resoplaba como un toro, pero se fue conforme, dichosa a sabiendas de la tunda que me esperaba. A la mañana siguiente, y todavía magullado del castigo del ciego, abandonamos Salamanca].
CIEGO: ¡Ay, mira que mozo corto de entendederas es castigo, pero encima con mala idea ya es abuso! ¡Qué infortunio el mío, que este muchacho acabara por hacerme fenecer!
 María Jesús P., Antonio Alberto C. y Olivia S.